En los últimos años la palabra ABC1 se convirtió en una suerte de talismán para los empresarios y ejecutivos de prácticamente todos los rubros, que buscan que sus productos sean adquiridos por el exclusivo segmento más alto de la población. De esta manera, se multiplicaron los libros, investigaciones y notas para desentrañar cuáles son los hábitos de consumo y la mejor manera de venderles a los más ricos.
Este modelo de crecimiento, sin embargo, no parece el más adecuado para la mayoría de las empresas de un país como la Argentina donde los niveles de pobreza continúan superando largamente al 20 por ciento, especialmente a partir del nuevo escenario económico que instauró el crack financiero mundial de 2008.
La premisa sobre la que descansa este blog es que, más allá de que la mayoría de las empresas de consumo masivo se desvivan por decir que apuntan a la cúspide la pirámide, la suerte de las marcas la termina definiendo su grado de penetración en los hogares más pobres. Salvando las diferencias, un caso parecido al de la política, donde los candidatos quieren seducir a los votantes de clase media, pero el triunfo se lo dan –o se lo niegan- los pobres del conurbano.
Los secretos de la pirámide 
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